Recuerdo perfectamente el día de mi transferencia. Fui a trabajar, escribí en el pizarrón, leí libretas,
seguro rete a un niño, pedí silencio unas mil veces, y así todo no logré dejar
de pensar ni un segundo en lo que iba a pasar después.
Al medio día salí del colegio y me fui al centro de fertilidad. Durante
el primer tratamiento Sebastián no pudo acompañarme como esperaba y necesitaba. Ambos fuimos muy
ciegos, muy omnipotentes y nos tomó a los dos por sorpresa vernos inmersos en
un tratamiento de tal magnitud.
Yo consulté al primer especialista en diciembre del 2015, después de 4
meses de búsqueda sabía que algo andaba mal, además de mi ansiedad, lo sentía
en el cuerpo, en el alma y en el espíritu.
El médico solo indicó estudios de rutina, obvio que tuve que mentir!
Decir que hacía un año que buscábamos y no quedábamos.
Yo le pedí vitaminas, estudios complejos, etc. Él solamente me dio lo
justo y necesario. Yo creo que él se daba cuenta de mi desesperación.
Por eso, como siempre cuando no obtengo lo que quiero, no volví más.
Ahí es donde comienza la gran locura de la psique humana. Fui en
busca de respuestas, y al menos me lleve 3 órdenes para estudios, sin embargo
no los hice.
¿ Querés saber o no? me pregunté un millón de veces pero siempre aparecía
una excusa certera para no hacerme los estudios.
Ese enero volviendo recientemente de las vacaciones empecé con un
sangrado extraño fuera del periodo, fue cuando dije BINGO, sangrado implantatorio.... No chiquita, me
dijo la vida... empezaste con la locura hormonal!
En febrero del 2016 fui a parar al primer centro de fertilidad. Tenía
la progesterona enloquecida y me hacía indisponer cada dieciocho días aproximadamente. Ahí sí, junté
coraje y dije, vamos con los estudios...
Fueron muchos, de los que no duelen nada y de los que te duelen hasta el
corazón y el diagnóstico llegó en Julio en el segundo centro de fertilidad
consultado, allí donde hice mi primer in vitro, y fue donde me diagnosticaron con baja
reserva ovárica.
La doctora fue siempre muy positiva, y aunque empezamos con una Inseminación artificial, en el camino se
transformó en un tratamiento de alta complejidad. (Más adelante hablaremos del tema de
los tratamientos posibles)
Y ahí fuimos. Con todo, como siempre. Con mis cinco óvulos a cuesta. Se
formaron cuatro embriones, solo dos resistieron cuatro días en incubadora y esos dos
fueron los que me transfirieron.
Empolle como la mejor a esos dos embrioncitos, como quien espera con paciencia
una torta que está por salir del horno.
Les hablé, les canté, les di calor, y hasta Lolito participó en el
cuidado de esos minis bebes. Pero pasaron los días y empecé con molestias pre menstruales y aunque te dicen que
es normal, yo sabía en el fondo de mi corazón que no estaba bien lo que pasaba.
El beta dio negativo, súper negativo y fue el fin del mundo.
Pasó un año de ese beta. Pasó un año larguísimo donde vinieron muchos médicos,
muchas lágrimas, mucha angustia y muchísimos por qués.
Con un año de experiencia encima y mirando siempre hacia delante me
estoy preparando para una cirugía que nos dará más información sobre este cuerpito que está
golpeado, cansado y débil, pero listo para dar batalla nuevamente.